Base bíblica: Exódo 18:13-27

“Eso pasa hasta en las mejores familias”… es una frase popularmente   usada   para   justificar   de   alguna   manera situaciones  ocurridas  en  un  grupo  familiar,  denotando  que ninguna familia por bien fundamentada que esté, o sea cual sea la clase social a la que pertenezca, es en su totalidad perfecta. Todas las familias tienen características en sí mismas que las hacen únicas, todos sus miembros cuentan con una personalidad distinta y caracteres diferentes, pero al mismo tiempo, en medio de tal diversidad existen rasgos, intereses, y experiencias compartidas que nos mantienen enlazados y que resultan muy difíciles de ignorar.

Teniendo esto en cuenta, si pensáramos en cuales serían los atributos de la mejor familia, habría que decir que una donde esté presente el amor, la comprensión, la corrección, pero sobretodo  la  unidad  y  la  armonía.  Son  precisamente  estas características las que Dios estableció como esenciales para la iglesia de Cristo, una comunidad de fe, que comprende sin duda la Mejor Familia; una familia a la que tenemos entrada al hacernos Hijos de Dios, y sobre la cual reposa su Bendición como  Padre,  cuando  ella  crece  en  esa  unidad  y  armonía según lo señala La Escritura.

La unidad y la armonía son dos ingredientes fundamentales para ser más que una comunidad de fieles, ser una familia capaz de enfrentar desafíos, abrigar a los desamparados    y guiar a un destino seguro a todos  los perdidos, además de convivir y cultivar lazos de verdadera hermandad; una familia en la que cuando estamos juntos somos más eficaces

Ante todo esto no es de extrañar que satanás intente por todos los medios deshacer esa armonía. Sabe que nuestra unidad siempre frustrará su maldad.

Como familia iglesia cada uno de nosotros debe hacer de la armonía con los demás su responsabilidad prioritaria   y personal. Una familia unida y armoniosa no solo crea un ambiente agradable, sino que con esa unidad genuina produce verdadera sinergia, la cual nos ayuda a trabajar en equipo en nuestra gran misión; misión en la que como cuerpo se funciona de forma mucho más eficaz, que como miembros independientes.

Asimismo como iglesia tenemos el llamado a apoyarnos, interesarnos por las situaciones que atravesamos y prestar atención a las necesidades de nuestros hermanos, a quienes más que un parentesco, nos une el vínculo del amor, la fe y la esperanza por medio de la sangre que nos liberó del pecado, pero también de la orfandad.

Hoy no estamos solos, tenemos Padre, un Padre que nos ve como hijos y miembros de una familia en la que contamos con hermanos con los que podemos trabajar en equipo para extender el Reino. Pero también para brindarnos apoyo unos a otros, superando juntos situaciones adversas, ofreciendo hombros para el consuelo, pero también brazos para afirmar, y extendiendo manos generosas para contribuir y ayudar.

La iglesia proporciona a cada miembro de ella la oportunidad de recibir la calidez de una familia; en la que no faltan los desacuerdos, pero también donde la unidad  se convierte en su mayor sustento para enfrentar tales dificultades, derribando paredes y estableciendo puentes hacia la armonía.

Hoy más que nunca somos iglesia, seamos familia. Estemos dispuestos a ser leales, a honrar a nuestros padres espirituales, a mostrar amor orando unos por otros, siendo todos participes de un mismo sentir, y de la misma pasión de conectar a otros al corazón del Padre. Aun en las diferencias permitamos que El que inició la obra en nosotros pueda perfeccionarla. Una familia es un refugio, un espacio seguro, donde tenemos un lugar especial para convivir, aprender, crecer, luchar y sobre todo para amar.

Juntos en familia somos más.

Pra. Sorangel Sandoval

PLANTACIÓN IGLESIA CUADRANGULAR SAN ANTONIO DE LOS ALTOS. ESTADO MIRANDA, VENEZUELA.